Las narrativas transmedia a la luz de la “Historia de las historias”
por Moisés Sbardelotto
Publicado en Punto de Encuentro
Desde el comienzo de su pontificado, Francisco ha enfatizado que no hay futuro sin un enraizamiento en la historia vivida. En su mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones de este año, resalta aún más la importancia de la herencia de la memoria y la historia también en la comunicación. El tema elegido por el papa es: “‘Para que puedas contar y grabar en la memoria’(Ex 10, 2). La vida hace historia”. Relación, narración, memoria e historia son los grandes ejes que conforman el horizonte comunicacional del mensaje papal. “El ser humano es un narrador”, afirma el papa. Él necesita “tejer” historias, “’revestirse’” de historias”, para cuidar y guardar la propia vida. La propia palabra “texto”, de hecho, proviene del latín “textus”, que significa precisamente tejido. Ser es tejer relaciones y sentidos. En los últimos años, gracias a la digitalización, la narración de hechos e historias va ganando importantes avances. Hoy podemos hablar de “narrativas transmedia”, es decir, de una “estrategia narrativa que, además de expandir los mundos ficticios en diferentes medios y plataformas, también da importancia a la participación de los fanáticos en esta expansión”, como afirma Carlos Scolari, investigador en Comunicación y profesor de la Universitat Pompeu Fabra (Barcelona). Para la construcción de estas narrativas, se utilizan varios medios y plataformas socio-digitales, que se articulan para contar una misma historia, pero que, al mismo tiempo, se desarrolla en varias historias paralelas, como libros, películas, juegos, historias en cómics, sitios web, videos, blogs, redes sociales digitales, etc. En otras palabras, la misma idea de narrativa se desvincula cada vez más de una cierta “matriz escritural”, reinventándose en los diferentes lenguajes y potencialidades abiertos por la digitalización y la conectividad. Una señal de esto es, por ejemplo, fenómenos de entretenimiento como Star Wars, Harry Potter, Walking Dead, cuyas narrativas no se limitan a un solo lenguaje en un solo medio, sino que, precisamente, “traspasan” las fronteras mediáticas, “se transmediatizan”, desdoblándose de formas innovadoras en cada medio. Y, además, principalmente, “dan espacio y voz” al lector / espectador / fan para que pueda participar de forma creativa y libremente en ese desdoblamiento y expansión de sentidos, en la circulación comunicacional en la red.
En este sentido, podemos decir que la Biblia es también uno de los mayores ejemplos históricos de “narrativa transmedia” en toda la historia. Primero, la Escritura es multimedia: se trata de un “libro de libros”, pero, además, también es transmedia, al ser una misma “historia de salvación” desarrollada en innumerables historias, personajes, lugares, tiempos históricos, contextos, etc. Como dice Francisco, “La Sagrada Escritura es una Historia de historias. ¡Cuántas experiencias, pueblos, personas nos presentan!”. La Biblia no es solo una “colección de textos”, sino un gran tejido de textos, un magistral intertexto que, a lo largo de la historia, se “transmediatizó” en nuevos textos, libros, mosaicos, frescos, pinturas, construcciones arquitectónicas, vitrales, esculturas, teatros, música, fotografías, películas, programas de televisión y radio, sitios web, aplicaciones ... en una circulación inimaginable de sentidos construidos por incontables manos de innumerables hombres y mujeres de diferentes épocas y regiones. Esta red inter y multitextual de la Biblia, a su vez, solo tiene sentido a partir de la lectura, la meditación, la oración y la contemplación personal y comunitaria, es decir, a partir de una experiencia interpretativa de personas concretas que “reescriben” el texto bíblico para nuevos tiempos, lugares y realidades humanas, expandiéndolo y complejizándolo.
Narradores autonomizados en un contexto narrativo transmediático
Hoy, en culturas cada vez más digitales, esto se vuelve aún más complejo. Los medios tecnológicos de acceso, producción, distribución y consumo de sentido, hoy en día (a veces en un solo dispositivo físico, como el smartphone) están al alcance para la gran mayoría de la población. Internet, por su facilidad de acceso y uso, y por la expansión del alcance y la cobertura de las interacciones sociales, hace posible que las personas “comunes” comuniquen una “palabra pública”, especialmente aquellos que históricamente no tuvieron acceso a artefactos tecnológicos industriales o empresariales de comunicación. El ambiente digital se convierte en un espacio de autonomía, más allá del control de los gobiernos y las empresas mediáticas que históricamente monopolizaron el proceso de producción de información. Se trata de un proceso de autonomización, que apunta, precisamente, a la “mutación en las condiciones de acceso de los actores individuales a la discursividad mediática, produciendo transformaciones inéditas en las condiciones de circulación”, como afirmaba Eliseo Verón (1935- 2014), profesor de la Universidad de Buenos Aires. De forma autónoma, cualquier persona puede decidir hoy los contenidos y los interactuantes con los que quiere comunicarse, con un simple clic en la pantalla de su celular. Con la comunicación digital, “es el hombre común, sin ninguna visibilidad corporativa, que da al ambiente de comunicación e información generalizadas el estatuto de una nueva esfera existencial (lo que llamamos bios mediático)”, según Muniz Sodré, profesor de la Escuela de Comunicación en la Universidad Federal de Río de Janeiro, Brasil. En medio de esta facilidad de comunicación actual, en la que cualquiera puede comunicarse potencialmente con el mundo, el Papa Francisco reconoce, sin embargo, que vivimos en una realidad marcada por la “confusión de las voces y los mensajes que nos rodean”. O, en palabras de un informe del Consejo de Europa de 2017, un verdadero “desorden informativo”, en el cual la falsedad y la nocividad se alimentan mutuamente. Apenas reconocemos, afirma, Francisco, la cantidad de “chismes y habladurías”, “violencia y falsedad”, “historias destructivas y provocativas, que desgastan y rompen las frágiles bases de la convivencia”, “información no contrastante”, “discursos triviales y falsamente persuasivos”, “proclamas de odio” que consumimos en todo momento en nuestra dieta diaria en los medios. Todo este fenómeno de “falsificación” de la comunicación, que Francisco ya abordó en el mensaje de 2018 al hablar de “noticias falsas y periodismo de paz”, alcanza hoy “niveles exponenciales”, según el papa. Un ejemplo de esto es el llamado “deepfake”, imágenes o sonidos humanos manipulados y combinados por sistemas de inteligencia artificial sobre otros videos o sonidos existentes, de tal calidad que su falsabilidad se vuelve extremadamente difícil. A esto se suma la “guerra de las narrativas” que marca el juego contemporáneo de los medios políticos. La verdad de los hechos, o incluso su veracidad, ya no tiene ningún valor: solo importa “mi” versión de los hechos, “mi” opinión sobre ellos. “¡Mi versión es mejor que la tuya! ¡Mi mentira es más grande que la tuya!, fenómeno que, por ejemplo, en Brasil, produjo la situación cada vez más extraña y surrealista, desafortunadamente, en la que el país se encuentra desde un punto de vista político, desentrañando y desgarrando cada vez más el tejido social La narración a la que invita Francisco, además, tampoco se parece a otra modalidad de falsificación contemporánea, quizás menos intensa, pero potencialmente dañina, como la llamada narración de cuentos. Es decir, la apropiación de técnicas narrativas por parte del mercado con fines publicitarios y de marketing, con fuertes inversiones en estrategias transmedia. Todo para “vender una buena historia”, porque, al final, “una buena historia vende”. Y muchas de estas historias hoy intentan “narcotizarnos”, dice el Papa, para convencernos de que “continuamente necesitamos tener, poseer, consumir para ser felices”. Esta “tentación de la serpiente”, como el libro del Génesis ya advierte, sigue siendo fuerte y activa incluso hoy: “El día en que comáis de él, [...] seréis como Dios” (cf. Génesis 3: 4). En resumen, la mentira, la falsedad, la división y el odio también se convierten en transmedia, contaminando el entorno comunicacional.
Textos que tejen vida
En este contexto complejo y desafiante, lo que Francisco quiere despertar son “historias que construyen, no que destruyan; historias que ayuden a reencontrar las raíces y fuerza para avanzar juntos”. El Papa invita a buscar “relatos constructivos, que son aglutinantes de las vertientes sociales y el tejido cultural”. Narrativas llenas de belleza, bondad, verdad. Textos que tejan relaciones. Textos de vida que recompongan “los rotos y los jirones” sociales, culturales, políticos y económicos cada vez más evidentes y profundos. Esta no es una tarea fácil, y Francisco sabe que “Necesitamos paciencia y discernimiento para redescubrir historias que nos ayuden a no perder el hilo entre las muchas laceraciones de hoy”; Por esta razón, ofrece como ejemplo el “Narrador por excelencia” - el propio Dios encarnado en Jesús - y la “Historia de las historias” – la Escritura. Aquí, vale la pena mencionar al propio Francisco en su totalidad, en un parágrafo que es la mejor “síntesis narrativa” de todo el mensaje: “El título de este Mensaje está tomado del libro del Éxodo, relato bíblico fundamental, en el que Dios interviene en la historia de su pueblo. De hecho, cuando los hijos de Israel estaban esclavizados clamaron a Dios, Él los escuchó y rememoró: «Dios se acordó de su alianza con Abrahán, Isaac y Jacob. Dios se fijó en los hijos de Israel y se les apareció» (Ex 2, 24-25). De la memoria de Dios brota la liberación de la opresión, que tiene lugar a través de signos y prodigios. Es entonces cuando el Señor revela a Moisés el sentido de todos estos signos: «Para que puedas contar [y grabar en la memoria] de tus hijos y nietos […] los signos que realicé en medio de ellos. Así sabréis que yo soy el Señor» (Ex 10,2). La experiencia del Éxodo nos enseña que el conocimiento de Dios se transmite sobre todo contando, de generación en generación, cómo Él sigue haciéndose presente. El Dios de la vida se comunica contando la vida.” La narración cristiana, por lo tanto, nace de la experiencia de un Dios que tiene memoria, de un Dios que “re-cuerda” (una palabra que, como recuerda el Papa, significa “llevar al corazón, ‘escribir’en el corazón”). Dios mismo recuerda y escribe en su corazón la alianza con su pueblo. Esa memoria es narrada por Dios a su pueblo y, así, lo libera. “El Dios de la vida se comunica contando la vida”, en la bella expresión de Francisco. “Dios se ha entretejido personalmente en nuestra humanidad, continúa el papa, dándándonos así una nueva forma de tejer nuestras historias”
Las historias del “Narrador por excelencia”
Jesús también siguió este mismo estilo comunicacional, narrando la salvación a partir de lo cotidiano del pueblo. Los Evangelios nos muestran que Jesús buscó comunicar a la gente la fuerza vital del Reino de Dios recurriendo a relatos, cuentos, narrativas, “narración de historias”. “Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas” (Mateo 13,34). Él no recurría a los más altos patrones de estilística retórica, ni a las técnicas más avanzadas de expresión oral de su tiempo. Hablaba el lenguaje del pueblo, con un género discursivo simple: las parábolas, utilizando como elementos de referencia la vida cotidiana de las personas, como las propias relaciones humanas, las fiestas, las ovejas, el campo, la perla, la levadura, la moneda, el viñedo, la higuera ... Así, “transmediatizaba” la historia y la memoria del pasado para resignificar la vida presente.
Pero los Evangelios también señalan: “Los discípulos se acercaron y le dijeron:” ¿Por qué les hablas por medio de parábolas?”. Él les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. (...) Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden»” (Mateo 13,10-14). La parábola, al tratar de exponer y revelar realidades complejas narrando cosas simples, dice todo a aquellos que están dispuestos a escuchar, pero no dice nada a aquellos que cierran sus oídos. Las parábolas dejan a los oyentes la libertad para aceptar o no estos relatos, así como para relacionarlos con la vida personal de cada uno. Sólo “quien tiene oídos para oír” oye (cf. Mateo 13.9).
“Aquí la vida se hace historia y luego, para el que la escucha, la historia se hace vida: esa narración entra en la vida de quien la escucha y la transforma”, dice el Papa espléndidamente. La fuerza de un relato, de una historia, de una narración se expresa en su capacidad de transformación, de generar cambios en la realidad del mundo, de forma literalmente “trans-media”, es decir, más allá de todos y cualquier medio. Una historia ejemplar tiene una fuerza transformadora de la realidad, que siempre es “superior a la idea” narrada, contada y relatada (cf. Evangelii gaudium, n. 231). Y las parábolas de Jesús son un ejemplo de comunicación que cuestiona, sorprende, subvierte: es otra mirada sobre la realidad que lleva al oyente a vivir la realidad de otro modo. Así, los Evangelios no solo nos “informan” de Jesús, sino que también nos “performan” en Él, nos hacen semejantes a Él, como lo afirma Francisco citando a Benedicto XVI: “El Evangelio no es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida”.
La vida hizo historia, la historia hizo memoria, la memoria hizo vida
El ser humano, a su vez, solo es un narrador porque se encuentra “en realización”, dice Francisco: él se descubre y se enriquece con las “tramas de sus días”. Toda historia nace de la vida común y se desenvuelve en el encuentro con otra persona. Narramos y, al narrar, nos narramos a nosotros mismos. Y siempre narramos y nos narramos a alguien. Ya decía Umberto Eco: “Cualquier cosa que se escriba, se escribe para decirle algo a alguien”. Por eso, el pontífice invita a una “narración humana, que nos hable de nosotros y de la belleza que poseemos”. El problema de la comunicación contemporánea es precisamente una forma de narración que se cree autónoma e independiente, egocéntrica y autosuficiente, “narcisista”, en la que la otra persona - el “lector / oyente / espectador”- ni siquiera se tiene en cuenta, es un mero objeto pasivo y medio cosificado para alcanzar determinados fines (principalmente económicos). O, en el peor de los casos, la otra persona es narrativamente asesinada, simbólicamente aniquilada en nombre de tales fines, como en el caso del discurso de odio. Para superar esto, Francisco nos invita a reconocer que, por el contrario, “no hay historias humanas insignificantes o pequeñas. Después de que Dios se hizo historia, toda historia humana es, de alguna manera, historia divina.”, dice el Papa. “En la historia de cada hombre, el Padre vuelve a ver la historia de su Hijo que bajó a la tierra. Toda historia humana tiene una dignidad que no puede suprimirse”. Según Francisco, “Por obra del Espíritu Santo cada historia, incluso la más olvidada, incluso la que parece estar escrita con los renglones más torcidos, puede volverse inspirada, puede renacer como una obra maestra, convirtiéndose en un apéndice del Evangelio.” O sea, cada uno es llamado a “transmediatizar” el Evangelio en su vida y en su comunicación, expandiéndolo en el aquí y ahora de la historia. Comunicar en estilo cristiano, sintetiza el Papa, es hacer como María y “narrar con la vida obras magníficas de Dios”. Pues la verdadera narrativa cristiana, transmedia o no, es aquella que “da testimonio del Amor que transforma la vida”.
1 Periodista brasileño, doctor en Ciencias de la Comunicación y profesor colaborador de la Universidade do Vale do Río dos Sinos, UNISINOS. Su libro más reciente es “Comunicar a Fé: Por quê? Para quê? Com quem?” (Ed. Vozes, 2020)