Adolescentes en el cine mexicano actual
por Luis Garcia Orso, S.J.
Temas: Adolescencia – Educación – Culturas urbanas – Identidad y pertenencia – Violencia y narco – Conflictos sociales.
Adolescentes en el cine mexicano actual
Un cine que desea ser honesto se acerca a la realidad social presente, y trata de mirarla con hondura, respeto, amor; porque en esa mirada quizás descubramos todos algo más de nuestra vida y de la respuesta que podemos ofrecer para que nuestra convivencia pueda llegar a ser más digna y más justa. Una de esas realidades sociales que siempre hay que abordar es la de la infancia y la juventud, máxime cuando en América Latina es población mayoritaria, pero también permanece en situaciones de marginación y de falta de oportunidades de educación y crecimiento humano, y mucho en riesgos de frustración, delincuencia, violencia, pérdida de sentido. El cine actual trata de reflejarlo.
Este año 2020, entre las mejores películas mexicanas seleccionadas y que van por el máximo reconocimiento, el Ariel, destacan aquellas que tienen a adolescentes como protagonistas de sus historias. Las reseñamos aquí brevemente por la importancia de la realidad que muestran y por la calidad cinematográfica que tienen. Las podemos hallar en las plataformas de cine en casa.
Esto no es Berlín.
Hari Sama (Ciudad de México, 1967) recuerda sus búsquedas -a los 18 años de edad- por ser él mismo, por probar su libertad, por descubrir otra realidad en medio de su posición acomodada, por ir más allá de lo convencional. Mientras los papás intentan guardar una doble moral, de las apariencias y el prestigio, y creen tener autoridad sobre la familia, sus hijos se lanzan sin control a un mundo subterráneo y contracultural de drogas, alcohol, promiscuidad, experiencias sensoriales, música de rebeldía. “Dejen de copiar. Esto no es Berlín”, les cuestiona otro joven. Unos jóvenes se divierten y otros mueren de Sida; el peso mexicano se devalúa y México presume su Mundial de Fútbol de 1986. Los jovencitos van aprendiendo desde los límites entre la libertad y la muerte.
Ya no estoy aquí.
En medio de un país arrastrado por la violencia del sexenio de Calderón y el poder de los Zetas, los jóvenes de barrios populares en Monterrey buscan sobrevivir en bandas que les den identidad y pertenencia. Una de ellas, los Terkos, roza su mundo ideal con las cumbias “rebajadas”. Pero autoridades y narco todo lo invaden y destrozan. Ulises, el líder de los Terkos, huye a Nueva York, solamente para probar otro desamparo, en un valle de penas, en una lejanía triste, como la cumbia de Lisandro Meza. La belleza de la cinematografía de esta historia nos hace sentir de otra forma el desarraigo de los adolescentes, pero también su propia terquedad por ser ellos. Podemos encontrar la película en Netflix.
Chicuarotes
A los habitantes de San Gregorio Atlapulco, Xochimilco, se les llama “chicuarotes”, como a un chile propio de esa tierra, que es duro, picante y aguantador. En un México de pobreza, de enormes desigualdades sociales y falta de oportunidades para vivir, los más jóvenes, educados en la agresión y el machismo, sólo ven un presente en la delincuencia. Desde ahí, los dos protagonistas adolescentes, chicuarotes, tratan de salir de Atlapulco hacia otro mundo deseado, igualmente corrupto y violento. Entonces, el desorden social y moral se traga sus vidas.
Cómprame un revólver
Julio Hernández Cordón ha filmado todas sus películas teniendo a adolescentes de protagonistas. Su propia hija lo es en ésta su última película, para acercarse al doloroso y no resuelto problema de la desaparición, violencia y asesinato de mujeres en México, narrado ahora como una fábula, quizás para aguantar el horror. El narco es un monstruo que todo lo devora; los niños son una posible víctima o la imaginación de una vida diferente, para sobrevivir. Los comentaristas han anotado cómo esta película une a Huckleberry Finn con Mad Max, quizás porque sólo la imaginación desde la infancia puede salvarnos de la barbarie, si los mismos papás apoyan.